lunes, 9 de septiembre de 2013

TÚ QUE ERES YO. YO QUE SOY TÚ

 Un buen día dejé todos mis sueños olvidados en un cajón. Fue el día en que me perdí y olvidé quien era. Fue el día en que me olvidé de mí, del mundo y de ti; el día en el que olvidé tu sombra, tu magia y tu poder; el día que me retiré a vivir en el oscuro y desierto limbo de los tristes y de los incapaces.
Yo no lo sabía entonces, pero tú estabas esperando, entre las brumas de mi angustia, paciente y sereno, a que surgiera mi momento. Y cuando tropecé, cuando se hundió todo, apareciste de pronto a través de la luz de la razón, esa que con tanto orgullo enarbolo. Sólo con ella podías acercarte entonces, ciega como estaba al sentimiento. Sólo con ella podías mostrarme una nueva ruta: el sendero de vuelta a casa. Dudé al principio, ¿qué pinta alguien como tú en compañía de esa sobria y ampulosa señora? “Pesadilla absurda”, pensé. “Tonterías de ese subconsciente que tanto cantó Freud”.  
La diosa razón es poderosa, pero supiste minarla poco a poco. Ya estabas aquí y no pensabas marcharte. Ya podía verte, ya podíamos ser uno. Ya estabas conmigo en cada tropiezo convertido en mi fuerza y en mi voluntad. Ganaste por suerte y te has hecho fuerte y poderoso en mí. Ahora ya puedo volar hacia el infinito, pues en cuanto dudo vuelves a colgarme las alas que necesito; vuelves a llamarme con fuerza para que inicie la ruta desde el último golpe.
Porque tú eres yo. Tú eres todo. Yo soy tú, el díos que vive en mí. Tú eres la humana que duda y llora. Yo soy el dios que sabe y que puede. Somos uno y caminamos este largo camino. Yo tropezando y rodando varios metros hacia atrás, tú levantándome con alegría y esperanza.
No importa cuantas veces caiga; no importa cuanto sangren mis heridas. Tú estás, yo estoy, tú eres yo, yo soy tú y contigo puedo, valgo y sé. Yo, la humana que tropieza, que llora y que se queja, dejo todo cuanto hago, todo cuanto soy, todo cuanto siento en tus manos, pues tú sabes hacerlo mucho mejor que yo.
María José 


1 comentario:

  1. En cada persona hay como dos mundos: el que quiere tirar para delante y el que se arruga. Echarle ganas desde el equilibrio. Es lo difícil. Setarcos

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