Este
último año se han producido cambios importantes en la Iglesia. El papa
Francisco ha comprendido la importancia de la cercanía a los marginados, a los
pobres, la importancia de la familia y hasta ha convocado un Sínodo sobre este
tema, donde también están laicos y matrimonios dando su opinión.
Es
importante que la Iglesia sea consciente de sus errores, de hecho es el primer
paso para salir de este agotamiento. Pero no es la única cosa que hay que
hacer.
La segunda
y tercera recomendación es recuperar la palabra de Dios y los sacramentos como
una ayuda y no como un castigo. “¿Llevamos los sacramentos a los hombres que
necesitan una nueva fuerza?”
De momento
vemos fuertes resistencias a los cambios. ¿Por qué no se permite la comunión a
homosexuales en pareja, o a divorciados y vueltos a casar? Porque no son como
la Iglesia quiere. Pero todos somos distintos y maravillosos. Aceptemos la
forma como Dios nos hizo o como el amor nos guía.
Cuánto
buscó Jesús a los alejados y a los
apestados de su época, y no precisamente para condenarlos sino para darles un
chorro de amor que transformaba a cuántos tenían la mínima predisposición de
abrirse a Él; y sus palabras más duras las reservó para los soberbios sepulcros
blanqueados, grandes profesionales de la historia de la salvación.
Tenemos
que dejarle a Dios que actúe a través de nuestras manos, de nuestra sonrisa, de
nuestra cercanía a todos, iguales o distintos a nosotros...
Tenemos
que recuperar el espíritu de las bienaventuranzas y hacernos creíbles por
nuestras obras porque son las únicas que dan valor a nuestros ritos. Si no es
así nos convertimos en motivo de escándalo para los que buscan a Dios y ya
sabemos la frase de ¡Ay de los que escandalizan a los pequeños….. ¡ Todos somos
tan pequeños….
Un abrazo
Huellas
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