Bautismo de Jesús
Evangelio de Marcos 1, 6b-11
En aquel
tiempo, proclamaba Juan:
— Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no
merezco ni agacharme para desatarle las sandalias. Yo os he bautizado con agua,
pero él os bautizará con Espíritu Santo.
Por entonces,
llegó Jesús desde Nazaret de Galilea a que Juan lo bautizara en el Jordán.
Apenas salió
del agua, vio rasgarse el cielo y al Espíritu bajar hacia él como una paloma.
Se oyó una voz del cielo:
— Tú eres mi Hijo amado, mi preferido.
Dos personas: Jesús y Juan.
Dos bautismos: el del agua y el del Espíritu. Dos dimensiones: la que vemos con
los ojos –el agua- y que la sentimos –el espíritu-. Dos estados distintos. Ha
de ser así porque en Jesús confluyen ambas dimensiones, decimos que es Dios y
hombre al mismo tiempo. Pero, ambas
dimensiones ya están también en nosotros: nuestro ser de hombre la vemos, tiene
materia; en cambio nuestro ser de Dios, aún no lo vemos pero ya está desde el
mismo momento de nacer y nunca muere. Cuando nuestro cuerpo se acaba nosotros
seguimos viviendo desde otra dimensión.
Por eso, Juan nos dice que
el bautismo de agua es muy poca cosa al lado del bautismo del espíritu, pero
ambos son necesarios para darnos plenitud.
No nos acordamos de nuestro
bautismo de agua –éramos muy pequeños-, tampoco de cuando fuimos bautizados en
el espíritu –al nacer-, pero sí tenemos la capacidad de sentirnos unidos al
mismo Jesús a través de ese Espíritu, que es el mismo, porque es la VIDA.
La manera de llegar a sentirlo
es en el silencio porque ahí es donde más se nota a Dios. Ejemplos de ello son
los místicos, que son capaces de “tener hilo directo con Dios”. Decía la Madre Teresa de Calcula que el fruto del silencio es la oración, la oración lleva a la fe, la fe al amor y el amor a la acción.
Como personas, como matrimonios
y como equipistas nos toca buscar ese hilo directo con Dios. Porque el Espíritu
ya está en cada uno de nosotros. Y además nosotros podemos hacerlo juntos, en matrimonio.
No hace falta ser doctor ni
intelectual
El espíritu está en ti
Tu puedes llegar a Dios
No hace falta estar
instruido
Ni leer la filosofía o la
teología
A Dios se toca con el
corazón
No hace falta tener el don de
la palabra
Ni ser experto en largos
discurso
El espíritu ya está en ti mismo
y te conoce
No hace falta deslumbrar a
nadie
Ni realizar grandes obras
Dios te quiere así:
Pequeño, pero pleno
Porque lo tienes todo.
Eres hombre y tienes su Espíritu.
Escúchale.
Siéntelo en el silencio.
Ahí está todo.
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