Hace unos
días leíamos en el evangelio del día que Dios entregó unas monedas a unas
personas para que se las guardasen hasta su vuelta y que algunas las habían
hecho fructificar y otro, ante el temor a perderlas, las había guardado hasta
su vuelta. Dios criticó a este último por ser tan conservador.
Hoy nos
puede suceder lo mismo. Con el miedo a perder lo que hay de nuestra religión
quizá nos pongamos a defender cosas que ya están trasnochadas. Dios nos quiere
trabajadores, atentos a la voz del Espíritu de hoy, y capaces de abrirnos a los
nuevos tiempos.
Como dice
Pessoa hay que abandonar las ropas usadas y los caminos trillados, para abrir
nuevos caminos en nuestra vida que nos lleven a los demás.
Seamos
valientes y luchemos por un mundo nuevo y mejor.
Huellas
¡qué verdad! y ¡qué difícil! Serarcos
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