Siempre nos ha costado entender algunas cosas del Evangelio.
Nuestro sentido común nos dice que no vale eso de los “lirios del campo y los
pájaros del cielo.” Que es necesario tener una pequeña reserva para el futuro,
las enfermedades, la jubilación… Y por
mucho que los pobres recen siguen muriéndose de hambre; es como si Dios no los
oyese O nos cuidamos de nuestro futuro o nos quedamos en la calle en cualquier
momento.
Entonces comenzamos a pensar en este pasaje del Evangelio. Dios no
está afuera de la historia y desde allí es providente sino que la Divina
Providencia, ¡somos nosotros!, eres tú, somos todos. Entonces despertamos a la
realidad de que Dios es quien nos puso en este mundo para ser providentes para
los demás, si lo dejamos actuar. Hemos de compartir lo producido, esto es lo
que nos pide Jesús.
Cada uno de nosotros hemos de asumir en nuestra vida la responsabilidad
que nos toca. No consiste en estar quietos irresponsablemente y así esperar a que
las cosas vengan de arriba. Se trata más bien de trabajar duro, de acuerdo a nuestras
posibilidades, para producir las riquezas que nuestros talentos puedan aportar
y luego compartirlas con los hermanos, confiando en que, si nos animamos a
vivir así, los bienes alcanzan para todos.
Ya está bien de creer en un Dios milagrero que nos va a solucionar
los problemas. Nos dio inteligencia, capacidad de trabajo y dos manos para
hacerlo. Entonces seremos co-creadores con Él. Dios nos dará lo que nos falte.
El camino, aunque arduo, se abrirá para nosotros.
Oremos para que se nos cambie el corazón y dejemos entrar al
Espíritu que nos hará más generosos y justos. Esa es la Providencia que Dios ha
puesto en nuestras manos.
Un abrazo
Huellas
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