Evangelio de Mateo
28, 16-20
En aquel tiempo,
los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado.
Al verlo ellos se
postraron, pero algunos vacilaban.
Acercándose a
ellos, Jesús les dijo:
— Se me ha dado
pleno poder en el cielo y en la tierra. Id y haced discípulos de todos los
pueblos bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo;
y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado.
Y sabed que yo
estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.
Celebramos la
festividad de la Ascensión. Este significa que, definitivamente, Jesús, está
con nosotros de otra manera. Ya no le vemos con los ojos de la cara. Tampoco lo
podemos demostrar con los ojos de la razón. Ahora solo lo podemos intuir e imaginar
con los ojos de la fe.
Este evangelio nos dice
fundamentalmente tres cosas.
Una, Jesús sigue con
nosotros. Pero de otra manera. Estará siempre. Él nos ha elegido y su decisión
es inamovible. Nos quiere.
Dos, somos nosotros,
las personas, las manos de Jesús. Por eso nos encarga darle a conocer por el
mundo entero, con nuestra palabra y nuestro testimonio. La base para esa
difusión son los evangelios.
Tres, no es fácil
creerlo ni hacerlo. Porque no tenemos plena confianza con Él. Para mejorarla la
mejor manera es encontrarnos con Él en la oración. De ahí surgirá la acción a
la que nos invita.
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