Conforme aumenta nuestra edad
y superamos la fecha de la jubilación, nos puede resultar más difícil contestar
a la pregunta ¿cuál es tu profesión? De la que ejercimos ya somos unos ex,
aunque el aprendizaje adquirido en ella forme parte de nuestra biografía.
Identificarnos como jubilados es reconocernos como sin profesión. ¿No es el
tiempo para descubrir -si no lo habíamos hecho antes- nuestra más profunda y
auténtica profesión: la de vivientes? Las anteriores no pasaban de ser
profesiones minúsculas que no desvelaban nuestra identidad más radical. Pero
ser Vivientes no es fácil, hay muchos, jóvenes y mayores, que no pasan de ser
Sobrevivientes: personas que son arrastrados por los avatares que les suceden,
que no han empezado a ser protagonistas de su propia existencia. Hay los
también Vividores: sólo piensan en sí mismos y emplean a los demás como meros
instrumentos para sus fines; el goce inmediato, su nula resistencia a la
adversidad y su incapacidad para la empatía les convierte en parásitos
sociales. Y ¿no podemos llegar a ser Vivientes auténticos que hagan de la vida
su profesión, al descubrir su sentido pleno: amar a quienes nos rodean, luchar
por un mundo justo y merecer ser amados?
Pedro Zabala
Eclesalia
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