Estamos demasiado acostumbrados
a pensar en un Dios que nos juzga y nos va a castigar con el infierno. Pero ese
no es nuestro Dios, es una imagen falsa que nos hemos hecho de Él.
Hace poco decía nuestro Papa
que el infierno eterno no existe porque eso no puede conjugarse con un Dios
todo amor.
Hemos de creer en un Dios que
ponga alegría en nuestra vida. Es bonito recordar la parábola del Hijo pródigo,
y ver la alegría del Padre al recuperar al hijo y la fiesta que organiza por su
venida. Porque ir a los brazos del Padre es alegrarle el corazón
Nuestro padre solo piensa en nosotros
y nuestra dignidad como hijos de Él. Vayamos hacia el Padre que nos acoge y nos
perdona porque solo quiere nuestra alegría.
Un abrazo
Huellas
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