Las vacaciones. Las esperáis, y no solo
como un simple descanso, sino como una reparación física y espiritual. Tenéis
razón.
Ahora bien es probable, si no estáis
alerta, que a la vuelta, dentro de dos meses, al mismo tiempo que una renovación
del vigor físico notéis una bajada de vuestro “tono” espiritual.
Querría explicaros este fenómeno tan
corriente.
Por definición, las vacaciones son un
tiempo en el que se está liberado de las exigencias del trabajo, escolar o
profesional (a menudo desafortunadamente las madres de familia no se libran de
las tareas del hogar; pero esta es otra cuestión, que merece que se le
encuentre solución).
Por eso está bien escapar a las exigencias.
Hacer lo que gusta ¡qué tranquilidad! Ahora bien ahí está justamente el punto
neurálgico. Seguirme bien. El amor consiste en buscar y hacer lo que le agrada
a otro – no a sí mismo – y, para el cristiano, en hacer lo que agrada a Dios.
No obstante, hacer lo que nos gusta, y porque nos gusta, es dar vacaciones al
amor y por el mismo hecho exasperar nuestro “tono” espiritual que es función
del amor. Peor aun, es emprender una pendiente terriblemente peligrosa, pues no
hay avenencia posible entre el amor egoísta (que sería mejor designar con su
nombre bíblico: la codicia, 1Jn 2, 16-17, Sant. 1, 14ss) y el amor a Dios: cada
uno reivindica, en nuestro corazón, todo el sitio. San Agustín lo ha expresado
en términos duros: “Dos amores han construido dos ciudades, el amor egoísta
hasta el menosprecio a Dios, la ciudad terrestre; el amor a Dios hasta el
desprecio de sí mismo, la Ciudad celeste”.
¿Quiere esto decir que es preciso proyectar
unas vacaciones ascéticas, eliminando toda actividad alegre, sosegada, que
entusiasme? ¡Claro que no! Pues al Padre
le agrada que sus hijos conozcan el descanso y la alegría, que en su corazón
habite la admiración y la alabanza. Pero, que todo se viva en le medida en que,
y porque, esto le gusta a nuestro Padre. Así el amor se intensificará, alegrará
nuestro corazón, renovará nuestras fuerzas, ganará terreno en nosotros.
Todo está en esto: el alma de nuestras
actividades en vacaciones, ¿estará en el amor egoísta, o en el amor a Dios? Lo
primero debilita, lo segundo tonifica.
H.C
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