Xavier Melloni, antropólogo, teólogo y
eremita en la Cova de Sant Ignasi de Manresa
Tengo 53 años: sin la experiencia de
Dios no tendrían sentido. Nací en Barcelona. Casado con la vida. ¿Hijos? Hay
muchas maneras de engendrar. La política debe conjugar lo imposible. Un poco de
ciencia te hace ateo; mucha ciencia te hace creyente. El místico experimenta lo
que la ciencia demostrará
“El silencio no es la ausencia de ruido
sino la ausencia de ego”
Antes que la ciencia
Los lamas y los místicos trascendieron
la religión al experimentar en su conciencia la energía del universo que
Einstein describiría siglos después en fórmula y que hoy podemos verificar en
el GPS. El jesuita Melloni, coautor con Josep Cobo de Dios sin Dios
(Fragmenta), se dispone a recorrer en la Cova de Sant Ignasi la vía mística
para trascender las religiones y anticipar su síntesis, porque cree, con
Teilhard de Chardin, que la humanidad evoluciona hacia un estadio de conciencia
armónico, que superará su división en naciones e iglesias. Algunos se empeñan
en retroceder hacia el Dios tribal y terrible de las ejecuciones, pero acabarán
uniéndose –anuncia– a quienes avanzamos hacia la luz.
Le molestó la blasfemia de aquella
poetisa en el Ayuntamiento de Barcelona?
Mucho, pero no por Dios, porque a Dios
la blasfemia no le llega, sino por lo que tenía de agresión contra las personas
creyentes. Me sorprendió su rabia y me gustaría que me explicara la razón y el
sentido de esa rabia.
¿De dónde cree usted que viene?
Es la reacción contra el residuo de la
imposición del antiguo Dios autoritario. Hoy se blasfema menos, porque ese Dios
impuesto está desapareciendo de nuestro imaginario.
La blasfemia en una sociedad libre sale
barata, gracias a Dios.
En Irán la hubieran lapidado. Cierto.
¿Por qué en nuestra era postreligiosa cada
vez hay menos curas y más artistas?
Porque ese ateísmo infantil bloquea la
irrenunciable aspiración a trascender y muchos la buscan en el arte. Ese
ateísmo del Dios autoritario es la fase purificadora en el proceso de la fe
hacia el encuentro interreligioso.
Otros regresan hacia el Dios medieval.
Tras el ateísmo de ese Dios arcaico hay
una forma progresiva de recuperar a Dios y otra regresiva: el fundamentalismo
reaccionario.
¿Cuál es nuestro fundamentalismo?
Un narcisismo paradójicamente adicto a
todo. Su expresión más ridícula son las redes sociales y las selfies: ya sólo
nos interesa vernos y fotografiarnos a nosotros mismos.
Y nos enganchamos a cualquier cosa:
drogas, el móvil, las series televisivas...
Por eso necesitamos ejercicio espiritual
para superarlo. Y ahora... ¡Silencio!
¡...!
...
¿...?
El silencio no es la ausencia de ruido,
sino la ausencia de ego. En los colegios laicos más avanzados del planeta se
practica la meditación. Es un indicio esperanzador de que todos convergemos
hacia un nuevo estadio.
Deme un consejo.
Póngase una alarma y deténgase cada hora
en ese silencio del ego. Deje que irrumpa el momento en toda su densidad en su
conciencia. Pase así de ser mero okupa del espacio y el tiempo a integrarse en
ellos. Y vivirá más. Cada instante es irrepetible: repítalo cada hora.
¡Magnífico! ¿Alguna otra sugerencia?
Renuncie a algo. La renuncia no quita;
la renuncia da. Da libertad. Experiméntela. Libérese de algo de lo que cree
depender.
¿Librarme de algo que necesito?
Progresará: el narcisismo y la adicción
son estancamientos, fijaciones. Cuando los supere tendrá una autoestima sana.
El siguiente paso es convertirla en realización y después en trascendencia. Es
un proceso de superación personal –ontogénesis– que luego se repite
–filogénesis– en toda la especie.
¿De verdad cree que progresamos?
Como las personas, los pueblos y las
religiones también se estancan en el narcisismo. Para superarlo, deben morir en
ese estadio primario y reaparecer en uno superior.
¿Cómo?
Las palabras condensan significado y
energía: designan el mundo, pero también capturan cuanto designan, lo
encierran. Por eso, hasta que sustituyes una palabra por otra, no puedes
percibir el mundo de otro modo: no progresas. Para llegar al mar de la nueva
conciencia, tal vez el río de cada religión deba perder su nombre. Y adoptar el
nuevo.
¿Qué nueva fase?
Hoy los humanos entre fases de progreso
estamos entre el miedo a esa evolución espiritual y la audacia de la ciencia.
En ciencia sí hemos sido audaces hasta trascender la materia y llegar a la
energía.
Usted dice que ya lo hacían los
místicos.
Los místicos experimentaban por vía
espiritual lo que después la ciencia recorrería con la razón empírica en el
laboratorio. Sentían la energía que luego demostraría la física.
Visionarios de la energía del universo.
La mística sólo anticipaba el camino de
la ciencia. Por eso, un poco de ciencia te hace ateo, mucha ciencia te hace
creyente. Las religiones orientales son la aceptación del ya es, y las
occidentales añaden su rebeldía profética: la ascensión hacia lo que todavía no
es.
¿Y hacía dónde vamos?
Vamos a la síntesis de las religiones. Y
digo síntesis, porque es la superación de lo anterior con una unión armónica, y
no sincretismo, que es su degradación en la mezcla.
¿Cómo y por qué ahora?
La densidad de conocimiento nos lleva a
un cambio cualitativo de conciencia. El esfuerzo místico debe lograr que la
experiencia mística vuelva a ser de nuevo anticipación del camino que recorrerá
la ciencia.
¿Y usted va a intentarlo: ser místico?
Quiero dar un paso más allá del estudio
al que he dedicado 15 años.
¿Cilicios, ayuno, mortificación?
Para nada. Sólo vida normal y
concentración.
Está usted muy delgado.
Porque estoy muy ocupado. La mística no
es una experiencia religiosa, sino que intenta trascender lo religioso.
¿Cómo?
La globalización está aquí, pero debemos
evitar que provoque traumas y violencia. Yo intentaré modestamente hacer lo
posible para que haya lucidez hacia la síntesis.
La Vanguardia, marzo de 2016
Víctor Amela. Ima Sanchís . Lluís Amiguet
. Colab.LV | Foto: Gemma Miralda
No hay comentarios:
Publicar un comentario