A veces
recordamos a Benedicto XVI y pensamos qué será de su vida, como estará viviendo
estos últimos años sin la responsabilidad anterior, pero sabiendo lo que le
dejó a su sucesor.
Nos
parecía una persona de gran calidad humana. Inteligente, discreto, de trato
bondadoso y afable. Pero tenemos la sensación de que la responsabilidad le
aplastó y no pudo más.
Admiramos
su valentía de saber marcharse cuando le pareció que no podía con esa
responsabilidad. Ojala aprendiéramos todos a saber irnos como él hace, sin
inmiscuirse en las decisiones de su sucesor.
Lo único
que nos hubiera gustado es que antes de irse hubiera acabado con el sistema
medieval que sigue habiendo en Roma y que tanto le está costando desmontar a su
sucesor el papa Francisco.
Es hora de
recordar las palabras de Jesús: “A nadie llaméis santo, a nadie llaméis
padre, a nadie llaméis señor. Todos vosotros sois hermanos. Buscad cada uno el último puesto”.
Así sea.
Un abrazo
Huellas
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