Jesús no es moralista, somos nosotros los que hemos
moralizado el Evangelio. Así lo advirtió el padre Ermes Ronchi, en la quinta
meditación de los ejercicios espirituales del papa Francisco y la Curia Romana,
que se están celebrando en la Casa Divin Maestro de Ariccia.
Lo dijo partiendo del pasaje del evangelio en el que Jesús,
enviado a la casa de Simón el fariseo, rompe cualquier convicción y deja que
una mujer, para todos pecadora, llore sobre sus pies, le seque con sus
cabellos, besándolos y los lave con aceite perfumado. Y frente a la sorpresa de
Simón, Jesús lo regaña: “Mira esta mujer” que de pecadora se convierte en “la
perdonada que ha amado mucho”.
De este modo, el predicador indicó que “en la cena de la
casa de Simón el fariseo, se ve un conflicto sorprendente: el pío y la
prostituta; el poderoso y la sin nombre, la ley y el perfume, la regla y el
amor, en comparación”.
El error de Simón –aseguró– es la mirada que juzga.
“Jesús por toda su existencia enseñará la mirada que no
juzga, incluyente, la mirada misericordiosa”. El predicador de los ejercicios
precisó que Simón pone en el centro de la relación entre hombre y Dios “al
pecado, lo hace la columna vertebral de la religión”. El error de los
moralistas de cada época, de los fariseos de siempre.
Jesús –recordó– no es moralista, porque pone en el centro
de la persona con lágrimas y sonrisas, su carne dolorida o exultante, y no la
ley. En el Evangelio, tal y como recordó el predicador, encontramos con más
frecuencia la palabra pobre que pecador.
“Adán es pobre antes que pecador, somos frágiles y
custodios de lágrimas, prisioneros de mil límites, antes que culpables”. Somos
nosotros –advirtió– los que hemos moralizado el Evangelio.
Al respecto aseveró que al principio no era así. El padre
Vanucci lo explica muy bien: el Evangelio no es una moral, sino una impactante
liberación. Y nos lleva fuera del paradigma del pecado para conducirnos dentro
del paradigma de la plenitud, de la vida en plenitud.
Simón, el moralista, mira el pasado de la mujer, ve “una
historia de transgresiones” mientras que Jesús ve “el mucho amor de hoy y de
mañana”.
De este modo, el padre Ronchi explicó que “Jesús no ignora
quien es, no finge no saber, sino que recibe. Con sus heridas y sobre todo con
su chispa de luz, es que Él hace resurgir”.
El centro de la cena tenía que ser Simón, pío y poderoso y
sin embargo lo ocupa la mujer. “Solo Jesús es capaz de hacer este cambio de
perspectiva, hacer este espacio a los últimos. Jesús aparta del punto focal el
pecado de la mujer y las faltas de Simón, lo deconstruye, lo pone en dificultad
como hará con los acusadores de la adúltera en el templo”.
Si Jesús me preguntara también a mí –interrogó Ronch– ¿ves
a esta mujer? Debería responder “no, Señor, aquí veo solo hombres”: No es muy
normal esto, admitámoslo. Debemos tomar nota de un vacío que no corresponde a
la realidad de la humanidad y de la Iglesia”.
“No era así en el Evangelio” donde muchas mujeres seguían y
servían a Jesús, pero “no las veo siguiéndonos a nosotros”, observó el padre
Ronchi.
“¿Qué nos da miedo que debemos tomar distancia de esta
mujer y de las otras? Jesús era sumamente indiferente al pasado de una persona,
al sexo de una persona, no razona nunca por categorías o estereotipos. Y pienso
que también el Espíritu Santo distribuya sus dones sin mirar el sexo de las
personas” precisó.
Jesús, marcado por la mujer que lo ha conmovido, no la
olvida: en la última cena retomará el gesto de la pecadora desconocida y
enamorada, lavará los pies de sus discípulos y los secará. “Cuando ama, el
hombre cumple gestos divinos, Dios cuando ama cumple gestos humanos, y lo hace
con corazón de carne”.
Finalmente, el predicador dio un consejo a los confesores:
“Es tan fácil para nosotros cuando somos confesores no ver a las personas, con
sus necesidades y sus lágrimas, pero ver la norma aplicada o infringida.
Generalizar, empujar a las personas dentro de una categoría, clasificar. Y así
alimentamos la dureza del corazón, la esclerocardia, la enfermedad que Jesús
más temía. Nos hacemos burócratas de las reglas y analfabetos del corazón; no
encontramos la vida, sino solo nuestro prejuicio”.
Ermes
Ronchi es el predicador elegido por el Papa Francisco para su retiro de
Cuaresma fuera del Vaticano con la Curia. Tomado de religionenlibertad.es
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