¡Credo Domine!
Creo que estás en lo más profundo de mi ser.
Habla, Señor, que tu siervo escucha.
Tu siervo escucha… Habla, Señor.
Habla,
di la palabra creadora,
la que hace lo que dice,
la que creó el mundo,
la que se encarnó y lo salvó.
Esa misma palabra que habita
en el fondo de mi alma
-tan silenciosa… porque yo no soy digno de
oírla-
pero que quiere hablarme.
Quiero oírte, Señor,
Palabra que fuiste desde el principio,
por quien fueron hechas las cosas.
Di esa palabra.
Hazte sentir…, que tu siervo escucha.
Quiere oírte. ¡Habla!
Esa palabra llena de Espíritu
que espira un amor personal,
un amor que transforma el corazón,
pues es infinito,
y de corazones de piedra como el mío
sabe hacer corazones de carne,
corazones que arden
como los de Ignacio, Javier, Teresa…
El mundo de hoy necesita de esos corazones:
necesita de amor.
Habla, Señor.
Pedro Arrupe Gondra, S.J.
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