“Llegó la primavera con sus frutos”
Boff está convencido de que, con el papa Francisco, llegó
mucho más que un hombre que viene de lejos: en su visión, con él llegaron al
Vaticano otra filosofía de la vida, de la política, otra práctica pastoral,
otra sociología y otro cristianismo.
Por Eduardo Febbro. Tomada de
El Mundo.
–Pasan los meses y, a su manera, el papa Francisco sigue dando
sorpresas. ¿Cómo analiza usted este momento particular del catolicismo a través
de una figura que está desplazando casi todos los centros de gravedad del
Vaticano?
–Estamos en una situación totalmente nueva. Nosotros venimos de un
invierno muy duro y riguroso con Juan Pablo II y Benedicto XVI. Ahora sentimos
la primavera con sus flores y sus frutos. Francisco es un papa que sorprende,
que cada día inventa cosas nuevas. Es la primera vez que un papa no viene de la
vieja cristiandad europea, sino de la periferia, o sea de América latina. Las
iglesias de América latina eran iglesias espejo mientras que las iglesias de
Europa eran iglesias fuente. Ahora, después de 500 años, nuestras iglesias se
han convertido en iglesias fuente. Nuestras iglesias tienen sus tradiciones,
sus reflexiones, sus liturgias, han creado un estilo de cristianismo ligado a
la liberación, al compromiso social. De ese caldo espiritual, político y
religioso viene el papa Francisco. El nuevo papa tiene otro tipo de mensaje, no
es el cristianismo viejo, doctrinario, disciplinar. Se trata de un cristianismo
de profunda comunión con todas las personas, libre de doctrinas castradoras,
con un mensaje basado en la sencillez y la pobreza. Eso es inédito en la
historia del papado. Hay que tener en cuenta que sólo 24 por ciento de los
cristianos está en Europa, 62 por ciento en América latina y los demás en Asia
y Africa. Esto significa que, hoy, el cristianismo es una religión de Tercer
Mundo. Tuvo sus raíces en el Primer Mundo, pero eso ya pasó. Francisco es muy
consciente de esto. Por eso tiene la fantasía creadora y es capaz de decir “hay
que cambiar”. Y creo mucho en su fantasía, en su libertad, en su corazón, en su
libertad espiritual. La Iglesia necesita corazón, no poder. Donde hay poder no
hay amor ni compasión. Francisco tiene amor y compasión. Y no quiere saber nada
de poder ni de tradiciones.
–Para usted entonces Francisco es un papa de combate.
–Creo que Francisco combina dos cosas: la ternura de Francisco y
el rigor del jesuita. Es franciscano en la forma de vivir humilde, popular,
pero es un jesuita de la racionalidad moderna: analiza los fenómenos,
identifica la causa principal y, cuando descubre, interviene con mucha
determinación. Creo que el Papa es una combinación feliz entre ternura y vigor.
Eso es lo que necesitamos en la Iglesia. Hacia afuera es un pastor, hacia
adentro es muy riguroso. Cuando estuvo en Río de Janeiro, el discurso más duro
que pronunció fue para los obispos y cardenales. Les dijo que no eran pobres ni
interiormente, ni exteriormente, que eran duros con el pueblo y que no fueron
capaces de hacer la revolución de la ternura, de la compasión, de la
compenetración con el pueblo. En Roma dice lo mismo: los ministros de la
Iglesia tienen que salir de la fortaleza hacia el pueblo, y el pueblo debe
poder venir y sentirse en su casa. La Iglesia no está para condenar a nadie
sino para acoger, perdonar, suscitar esperanzas y tener compasión con quienes
tienen problemas. Esa es la característica más bella y evangélica de Francisco.
–Usted cree que Francisco puede realmente reformar la Iglesia.
–Yo creo que Francisco, antes de reformar la curia y la Iglesia,
ya reformó el papado. El estilo del Papa es otro. El papado tiene un ritual, en
las vestimentas, en los símbolos del poder. Francisco renunció a todo eso e
hizo el trabajo contrario: logró que el papado se adaptara a sus convicciones,
a sus hábitos. Por eso renunció a todos los símbolos de poder. Dijo: “la
Iglesia tiene que ser pobre como Jesús”. ¡San Pedro no tenía un banco y Jesús
no entendía nada de contabilidad! Jesús era un profeta que traía fe, esperanzas.
Francisco rescata la tradición más vieja de la Iglesia y rehúsa llamarse papa.
Papa es un título de los emperadores. Francisco se considera un obispo de Roma
que gobierna la Iglesia en la caridad, no en el derecho canónico. Eso cambia
todo. Francisco es más que un nombre: es un proyecto de Iglesia, de una
sociedad más sencilla, solidaria, es el proyecto de una simpleza voluntaria, de
una sobriedad compartida. Posiblemente, esto va a crear una crisis entre los
obispos y cardenales. Ellos se creen príncipes de la Iglesia y el Papa no
quiere nada de eso. Francisco quiere que se renueve el pacto de las catacumbas
cuando, al final del Vaticano II, 30 obispos se reunieron en las catacumbas e
hicieron votos de vivir en la pobreza, abandonar los palacios y vivir en el
medio del pueblo. Esa es la propuesta para toda la jerarquía de la Iglesia. Esa
será para mí la gran revolución de Francisco.
–¿Con qué fuerzas Francisco podrá cambiar las malas tendencias
profundas de la Iglesia? Por ahora hemos oído un mensaje pastoral muy
entusiasta, pero para llegar a la trasformación completa hay un gran paso.
¿Acaso se apoyará en la Teología de la Liberación, tan reprimida por Juan Pablo
II y Benedicto XVI?
–Es un papa muy inteligente. Francisco criticó mucho a los
conservadores. El 11 de septiembre aceptó encontrarse con Gustavo Gutiérrez (el
otro inspirador de la Teología de la Liberación). Eso me parece muy importante
para apoyar esa teología que es, además, en cierta forma, el lugar de donde él
viene. La Argentina tiene una Teología de la Liberación propia, que es la
teología de la cultura popular. Francisco se apoyó en esa teología que se
diferencia de la teología de la liberación común porque no trabaja en torno del
conflicto de clases, sino en torno de la cultura dominante, la cultura
dominada, cultura del silencio que hay que liberar. El está en esa línea. Y de
allí viene su novedad. Ya eligió ocho cardenales de todo el mundo para crear
una instancia de decisión. Sería fantástico si Francisco invitara a mujeres a
dirigir los destinos de la Iglesia en la perspectiva de la globalización. Hasta
hoy, el cristianismo era algo occidental que se fue convirtiendo en algo cada
vez más accidental. Tiene que ser ahora globalizado. Para ser global, tiene que
tener otras dimensiones. La Iglesia no encontró su lugar en la globalización.
La Iglesia es muy romanizada, eurocéntrica. Pero Francisco tiene la visión del
jesuita San Francisco Javier, misionero de China, según la cual la Iglesia
tiene que salir. Para mí la mejor manera es crear una red de iglesias y
comunidades que se encarnen en las culturas y tenga rostros chinos, japoneses,
africanos, latinoamericanos. Es otro tipo de presencia de la Iglesia, no como
poder, sino como una instancia de apoyo a todo lo que es humano. El cristianismo
se suma a otras religiones, a otros caminos espirituales, y renuncia así a su
privilegio de excepcionalidad, como si fuera la única Iglesia verdadera, la
única religión válida. No. El cristianismo está junto a las demás para
alimentar valores humanos, para salvar a nuestra civilización, que está
amenazada.
–Sin embargo, el discurso tradicional del Vaticano aún se
mantiene.
–Sí, yo creo que él seguirá manteniendo el discurso tradicional de
defensa de la vida, contra el aborto, pero con una diferencia: antes, los temas
de la moral sexual, familiar, del celibato de los sacerdotes o del sacerdocio
de las mujeres, eran temas prohibidos, no se podían discutir. Ningún cardenal,
obispo o teólogo podía hablar de esto. Francisco no, él dejó abierta la
discusión. El va a abrir una amplia discusión en la Iglesia y va a recoger
elementos que se pueden tornar universales. Francisco abrió muchos espacios. No
sé hasta qué punto podrá avanzar con esto, pero sí habrá una amplia discusión
en la Iglesia. Posiblemente se logre permitir que las iglesias locales, por
ejemplo en Africa, donde hay otras culturas tribales, otra relación con la
sexualidad, puedan actuar de otra forma ante la utopía cristiana, una forma que
no sea sólo la occidental. Ahora tenemos una sola manera de ser cristiano, pero
hay otras. En América latina estamos demostrando que es posible un cristianismo
afro-indígena-europeo, una mezcla de tres grandes culturas. Por eso aquí la
Iglesia tiene otro rostro, es más abierta, más comprometida con los cambios que
benefician al pueblo. Tenemos que universalizar esto porque la injusticia
mundial es muy grande. Y este papa es muy sensible ante los últimos, los
invisibles. Ahí está su centralidad.
–Ya ha pasado cierto tiempo luego de la renuncia del papa
Benedicto XVI. Ese hecho fue un enorme terremoto para los católicos del mundo.
¿Cuál es hoy su análisis sobre ese momento de fractura sin el cual el papa
Francisco no hubiese llegado al sillón de Pedro?
–Yo creo que cuando Benedicto XVI leyó el informe de más de 300
páginas sobre la situación interna de la Iglesia, sea lo que concernía los
problemas del banco del Vaticano, sea los escándalos sexuales que implicaban a
obispos y cardenales, creo que eso lo golpeó profundamente. Benedicto XVI
sintió que no tenía fuerza física, ni psíquica, ni espiritual para enfrentar un
lío semejante. Ese problema no venía desde afuera, del mundo, de la sociedad,
no: el problema venía desde dentro de la Iglesia, de su parte más central que
es la curia romana. Eso lo escandalizó. Benedicto fue muy humilde al reconocer
que otra persona debía venir con más fuerza, con más y determinación y otra
visión de la Iglesia para crear un horizonte de esperanzas y credibilidad que
la Iglesia había perdido totalmente.
–El banco del Vaticano y todos los escándalos ligados a él fueron
uno de los desencadenantes de la renuncia de Benedicto XVI. Apenas asumió, las
primeras medidas que adoptó el papa Francisco atañen justamente el banco. ¿Cree
usted que podrá llevar a cabo la reforma final de esa institución financiera
comprometida con la mafia y la circulación de dinero opaco?
–En el banco del Vaticano hay mucho dinero de la mafia, apoyada y
comprometida con altas figuras de la curia romana. En este sentido, hay un
riesgo que pesa sobre el Papa. Cuando la mafia se siente agredida es capaz de
cometer crímenes, de eliminar personas. Por eso es muy inteligente que el Papa
no viva en los departamentos pontificiales sino en una Casa de Huéspedes, es
muy inteligente también que no coma solo, sino con muchas personas. Francisco
dijo en broma que así era más difícil envenenarlo. Pero más allá de esto, creo
que Francisco va a inaugurar una dinastía de papas del Tercer Mundo, de Africa,
de Asia, de América latina. Con eso se enriquecerá el catolicismo con valores
de otras culturas que nunca fueron respetadas sino colonizadas. El cristianismo
de América latina es un cristianismo de colonización. Hicimos muchos esfuerzos
para crear un cristianismo nuestro, con nuestros santos, nuestros mártires.
Nuestro cristianismo tiene su propio rostro, que no es el viejo rostro europeo.
Esto va a facilitar que el cristianismo sea una propuesta buena para la
humanidad, no solamente para los cristianos. Nuestro cristianismo tiene otro
elemento de ética, de humanidad, de espiritualidad para un mundo altamente
materializado, tecnológicamente sofisticado. Francisco encarna ese contrapunto,
esa dimensión. Su propuesta tiene futuro.
También los que oficialmente son rebeldes reconocen los nuevas formas del papa Francisco, qué digo formas, digo fondo. Setarcos
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