Cuando era joven –me sorprendo
de hablar así, de sentirme tan mayor, tendré que mirármelo–, cada comunidad
franciscana se hacía con grandes fajos de tarjetas de Navidad, y a mediados de
diciembre dedicábamos días enteros a escribir felicitaciones: a comunidades
religiosas, sacerdotes, familiares, amigos, “bienhechores”... Cada tarjeta en
un sobre, con dirección y sello. Un año, de joven estudiante de teología en
Arantzazu, me tocó escribirle a Don Jacinto Argaya, obispo de San Sebastián.
Entre ingenuo y familiar, y algo rebelde, empecé la carta con este saludo: “Kaixo,
Jaxinto”, y en ese tono debí de continuarla. La cosa es que a nuestro maestro
le pareció irreverente y tuve que repetir la felicitación. ¡Qué tiempos
aquellos, sin embargo tan recientes!
Las felicitaciones han decaído
sensiblemente, sobre todo entre los jóvenes (¿qué saben ellos de la Navidad? Y
nosotros mismos, en realidad, ¿qué sabemos?). Hoy nos fastidian un poco las
fórmulas hechas, rutinarias, sobre todo cuando la publicidad se las ha
apropiado hasta tal punto. “Feliz Navidad”, “Feliz Año Nuevo”, entre celofanes
y villancicos y luces de color. Todo resulta bastante vacío, frío. Y casi nos
alivia que estos días hayan pasado ya, aunque la cuesta de enero sigue siendo
bien ardua para no pocos, demasiados.
No quisiera, sin embargo,
minusvalorar en exceso nuestras felicitaciones, por rutinarias que nos
parezcan. ¿No expresan un deseo profundo, nuestro deseo más profundo, quizá más
profundo que nosotros mismos? Creo que sí. Que seas feliz. ¿Qué mejor que eso
podemos desear a alguien, quien fuere? Pero podemos hacer algo todavía mejor:
procurar un granito de felicidad a quien se la deseamos. No podemos hacer
felices a todos, pero ¿quién no puede hacer un poquito más feliz a alguien y
tratar de no hacer más infeliz a nadie? ¿Cómo podremos ser felices de otra forma?
Ser felices. Muchas veces
sabemos cómo ser felices, y no podemos. Otras muchas veces creemos saber cómo,
pero nos engañamos.
Y ¿en qué consiste ser
felices? No es fácil decirlo, pues puede ser muchas cosas, incluso
contradictorias aparentemente. No es rebosar de alegría, no es carecer de
problemas, no es estar libre de dolores, incluso de angustias. No consiste en
que se realicen todos los deseos, a no ser que hayamos aprendido a no desear
nada o a desear sin apego. Ser feliz es vivir en paz, vivir en armonía,
sentirse bien consigo y con todos los demás, con todo. En paz con todo, a pesar
de todo.
Para ser feliz, no necesitas
poseer una felicidad plena. Ni un ánimo perfecto, ni una pareja perfecta, ni
una familia perfecta, ni una salud perfecta. Somos seres inacabados, y es
inacabada nuestra felicidad aun en el mejor de los casos. Además, ¿quién podría
ser feliz del todo mientras no lo sean todos? ¿Quién debiera poder ser
enteramente feliz mientras hay gente en el paro, mujeres maltratadas, países
hambrientos, fronteras cerradas, refugiados repudiados, guerras atroces,
salarios de miseria, ganancias abusivas? ¿Quién podrá ser feliz si se cierra
ante la infelicidad ajena?
Gozar de salud y de unas
condiciones económicas mínimas pueden ayudar a ser feliz, o incluso ser
indispensable para la inmensa mayoría. Pero no pienses que cuanta mejor salud o
más éxito tengas o más rico seas más feliz serás. A menudo sucede más bien lo
contrario: cuanto más tenemos más deseamos. Y cuanto más deseamos más infelices
somos. Inevitablemente. No es feliz quien lo tiene todo sino quien se conforma
con lo que tiene y es.
Y si no tienes nada, si te
duele todo, si has perdido el trabajo o no lo has encontrado, si estás
hundida/o en el negro abismo de una depresión, si solo quisieras morir… No sé
qué decirte. Pero cuídate, déjate cuidar. No desesperes, por favor. Respira,
respira. En tu fondo habitan la luz y la Presencia. Callo y me siento a tu
lado.
Y tú, cualquiera que seas,
déjame que desde del fondo del corazón te desee y te diga: Que seas feliz, que
vivas en paz contigo y con todos, en paz con todo, que bendigas tu vida cada
día por la mañana y por la noche a pesar de todo. ¿A pesar de todo? Sí, a pesar
de todo.
José Arregi
DEIA
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