Venid
de todos los pueblos, de todas las culturas,
de
todas las religiones,
de
todos los credos y creencias,
los
agnósticos y los ateos también.
Siempre
estará la puerta de mi casa abierta,
habrá
un hueco para vosotros en mi corazón,
una
estancia confortable
para
los peregrinos, los desfallecidos,
los
agobiados por los avatares de la vida.
Entremos
en la Presencia
que
a todos nos invade y vincula,
contemplemos
la Realidad
que
nos sostiene, que es el origen,
el
fundamento y el trasfondo
de
todo lo que existe:
las
altas cumbres de la tierra,
el
océano inmenso,
las
plantas, los animales,
el
hombre y la mujer,
las
estrellas y las nebulosas,
el
universo entero.
Ojalá
escuchemos el eco de fondo
que
nos sigue llegando
hoy
mismo hasta los oídos del espíritu:
“No
permitáis que se os endurezca el corazón,
contemplad
todas mis obras,
convertíos
en cuidado
hacia
todos los seres vivientes,
y,
sobre todo, no os olvidéis
de
quienes peor lo pasan”.
Pero,
aunque os mantengáis obstinados,
al
margen de mis desvelos, aunque no reconozcáis
mi
ternura hacia cada uno de vosotros,
sabed
que mi misericordia
es
superior a todo lo que podáis imaginar,
que
mi justicia no es vuestra justicia,
que
os espero siempre a todos,
para
que viváis y entréis en mi descanso.
Miguel Ángel Mesa Bouzas
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