Me resisto,
Jesús, a echarte una mano.
Carga con la Cruz, Tú, Cristo.
Pereza es y cobardía
del pobre hombre que soy.
Aunque estoy
decidido, cada día,
a ser mejor, a ayudar
al Cristo que es cada hermano,
es en vano:
nunca sé cómo empezar.
Ahora, luego, mañana…
¡Qué desgana!
Falta fuego
que avive mi corazón.
Siento pena, compasión;
pero luego
me falta la decisión.
Es tan duro
tu madero,
Señor, que alargo el momento
de ayudarte a soportarlo
y aliviar tu sufrimiento.
¡Cómo quisiera abrazarlo
y alzarlo
sobre mi debilidad!
Mas mi pobre humanidad
se resiste a levantarlo
y te dejo
a solas con tu amargura.
Y me alejo.
Jesús Arcensio
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