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Cuando ya no es posible
ocultar o negar esta muerte comienza a surgir la realidad de la pérdida y su
consecuente dolor.
Si bien los sentimientos de
enojo estarán presentes con distinta intensidad durante todo el proceso de
duelo, es en esta etapa donde la ira toma el protagonismo dirigiéndose este
enojo al ser querido fallecido, a nosotros mismos, a amigos, familiares,
objetos inanimados e inclusive a personas extrañas. Se siente un resentimiento
hacia la persona que nos ha dejado causando un inmenso dolor en nosotros pero
este enojo se vive con culpa haciéndonos sentir más enojados aún. La frase que
podría contener la esencia de esta etapa es “¿Por qué yo? ¡No es justo!”,
“¿Cómo puede sucederme esto a mí?” Esta comprensión del “por qué” de las cosas
puede ayudarte a encontrar una cierta paz.
Puedes preguntarte, “¿Dónde ha
estado Dios cuando me sucedía esto?”. De acuerdo a la psiquiatra Elisabeth
Kübler-Ross, es importante que los familiares y amigos del doliente dejen que
éste exprese libremente su ira sin juzgarlo o reprenderlo ya que este enojo no
sólo es temporal sino que, principalmente, necesario. Debajo de esta ira
ilimitada se encuentra el dolor producido por esta pérdida. Si somos capaces de
identificar esta ira y expresarla sin temores podremos comprender que ella es
parte del proceso de curación.
Para eso se pueden emplear
diversos métodos de expresión como escribir una carta al ser querido fallecido
para expresar tu enojo, establecer un diálogo imaginario con ellos para
compartir tus sentimientos, hablar con un amigo o familiar, realizar ejercicios
físicos o bien practicar la meditación como un camino para calmar y canalizar
estas emociones abrumadoras.
En esta etapa surge la
esperanza de que se puede posponer o retrasar la muerte de la persona
moribunda.
La etapa de negociación puede
ocurrir antes de la pérdida, en caso de tener a una familiar con enfermedad
terminal, o bien después de la muerte para intentar negociar el dolor que
produce esta distancia. En secreto el doliente busca hacer un trato con Dios u
otro poder superior para que su ser querido fallecido regrese a cambio de un
estilo de vida reformado. Este mecanismo de defensa para protegerse de la
dolorosa realidad no suele ofrecer una solución sostenible en el tiempo y puede
conducir al remordimiento y la culpa interfiriendo con la curación.
Se desea volver a la vida que
se tenía antes de que muriera el ser querido y que éste vuelva a nosotros. Se
concentra gran parte del tiempo en lo que el doliente u otras personas podrían
haber hecho diferente para evitar esta muerte. Las intenciones de volver el
tiempo atrás es un deseo frecuente en esta etapa para así haber reconocido a
tiempo la enfermedad o evitar que el accidente sucediera. La frase que resume
esta etapa es “¿Qué hubiera sucedido si…?” Nos quedamos en el pasado para
intentar negociar nuestra salida de la herida mientras pensamos en lo
maravillosa que sería la vida si éste ser querido estuviera con nosotros.
Esta fase del duelo suele ser
la más breve de todas las etapas ya que se trata del último esfuerzo para
encontrar alguna manera de aliviar el dolor por lo que supone un trabajo
agotador para la mente y el cuerpo al tener que lidiar con pensamientos y
fantasías que no coinciden con la realidad actual. Por eso es importante
conectarse con las personas y actividades del presente siguiendo una rutina que
le brinde a tu mente la comodidad de realizar tareas regulares.
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