Mateo 5, 38-48
…Habéis oído que se
dijo: Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: amad a
vuestros enemigos y rezad por los que os perdiguen, para que seáis hijos de
vuestro Padre celestial, que hace salir su solo sobre malos y buenos y manda la
lluvia a justos e injustos…Por tanto, sed perfectos como vuestro padre
celestial es perfecto.
¡Qué difícil resulta lo que
nos propone hoy el evangelio! Vuelve a leer el párrafo de arriba: amad a
vuestros enemigos porque todos los hombres somos de Dios. ¿Se puede maldecir la
mano, el ojo o el pie? ¿No somos todo el cuerpo uno? ¿No somos todos imagen de
Dios?
Entonces: todos formamos una
unidad en torno a Dios. Por eso, este evangelio nos invita a amar a todos,
también a los “malos”, a los que no cumplen las normas, a los asesinos, a los
corruptos, a los beatos, a los buenos, a los indiferentes. ¿Por qué hay tanta
variedad? ¿Por qué hay gente que quiere hacer daño? ¿Hemos parado a pensar las
circunstancias que cada uno ha vivido? ¿Dónde está sino la libertad? Puede que
no lo comprendamos, pero es la realidad que vivimos.
Hoy Jesús nos invita a amar a
todos. Y hay una razón esencial para ello: porque todos hemos nacido de Dios.
Cuando conseguimos hacer esto, ya somos perfectos, porque nada más tenemos que
hacer.
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