Hace poco
todavía, padres y educadores enseñaban a los niños que "el mundo ha sido
creado por Dios". Sucedía a menudo que un niño o una niña preguntaba
entonces: "¿Y a Dios quién lo creó?". "A Dios no lo ha creado nadie
–respondía el adulto –. Dios es eterno". Es posible que el niño quedara
entonces callado, pero ¿quedaba satisfecho el interés de su pregunta? Seguro
que no. Apostaría que tampoco el adulto quedaba tranquilo con lo dicho, por
mucha seguridad que fingiera.
Con un poco
más de malicia, el niño o la niña hubiera podido seguir interrogando: "Si
existe un Dios no creado por nadie, ¿por qué no podría existir un mundo no
creado por nadie, un mundo infinito y eterno, como Dios?". Ahí el adulto
se las vería y desearía para responder. Los niños carecen de respuestas a sus
numerosas preguntas, pero si nuestras respuestas no les valen, es que tampoco
nos valen a nosotros.
Seamos
honestos con el niño que somos, y con las preguntas que llevamos, más sabias
que las respuestas que fabricamos tan afanosamente. Preguntemos, como los
niños: "¿Quién creó al 'Dios creador'?". No es una cuestión tan
insensata como puede parecer. Hoy conocemos justamente la respuesta, si bien esta
no resuelve el enigma de la Realidad, sino que más bien lo ahonda. Sí, sabemos
con bastante exactitud cuándo nacieron los "dioses" en plural
(politeísmo) y "Dios" en singular (monoteísmo). Y sabemos quién los
hizo.
Los primeros
panteones divinos fueron imaginados y esculpidos, descritos y venerados en
Mesopotamia (actual Irak) hace 5000 años. Y la figura del "Dios
único" fue concebida y adorada en Persia (actual Irán) hace 3000 años por
el admirable profeta, filósofo y maestro ético Zoroastro. Se llamaba Ahura
Mazda, el Señor Sabio, y con ese nombre es adorado hoy todavía, y el fuego
es su imagen. Quinientos años más tarde, una divinidad particular hebrea
llamada Yahveh revistió –"Dios" también evoluciona–
esa figura de divinidad única que hemos heredado los cristianos y también los
musulmanes: un "Dios" creador que elige y rechaza, que se revela y
oculta, que perdona y castiga, que salva en el cielo y condena al infierno.
(Abrahán no cuenta, pues, aparte de que su historicidad se pierde en una espesa
nebulosa, los relatos bíblicos que se refieren a él y al supuesto culto que
profesaba a una única divinidad –sin negar, por cierto, que existieran otras–
fueron escritos más de mil años después. Tampoco cuenta el faraón egipcio
Amenofis IV, llamado Akenatón, 500 años antes de Zoroastro, pues su intento político
de imponer el monoteísmo no fue aceptado ni secundado).
Esa es, pues, en
14 líneas, la historia del "dios creado" en los últimos cinco mil
años. ¿Dios creado? Sin duda. Y que nadie se escandalice, pues todos los
grandes teólogos de todas las religiones así lo han enseñado durante estos
milenios. Todo lo que pensamos e imaginamos como Dios no es más que
"dios": constructo cultural humano. Pero las preguntas no se agotan.
¿Y si "Dios" no fuera más que un nombre –un simple nombre común,
creado– de la Creatividad increada, una torpe manera de decir el Infinito o el
Misterio Innombrable, el Aliento o el Espíritu que crea y mueve todo, el Ser y
el poder ser de cuanto es, el Presente o el Silencio, la Fuerza y la
Mansedumbre, el Poder y la Ternura, el poder de la ternura?
¿Y este mundo
que vemos? Los niños de hoy, en cuanto empiezan a formular preguntas, aprenden
que este mundo surgió del Big Bang, y me parece muy bien. Es necesario que lo
sepan, pues está (prácticamente) demostrado, y los ecos de aquella formidable
explosión –primera o enésima, nadie lo sabe– son todavía perceptibles. Lo que
me extrañaría sería que con esa explicación, tan útil y necesaria, los niños y
los jóvenes de hoy se quedaran satisfechos del todo; que con la teoría del Big
Bang, tan genial y bella, se agotaran las preguntas. Cuando se agotan las
preguntas se pierde el camino de la sabiduría. En cuanto a las respuestas, solo
son buenas aquellas que suscitan nuevas preguntas.
Con el Big
Bang no se agotan las preguntas. Por ejemplo: ¿Por qué se produjo el Big Bang
que dio lugar a nuestro mundo? ¿Qué había cuando aún no había antes y después,
aquí o allá, espacio y tiempo? Son preguntas apasionantes, pero no
busques en "Dios" la respuesta a ésas ni a ninguna otra pregunta. Un
"Dios" que sirviera para responder a alguna pregunta será siempre
creación nuestra, como las esculturas de Nippur. En cuanto nombrado y
representado, "Dios", todo "dios" es un "dios"
creado por los seres humanos: por su ADN y sus neuronas, su pensamiento y su
imaginación, sus miedos y deseos, por lo mejor y lo peor de este pobre y
admirable ser humano que somos. Todo "dios" dicho e imaginado, el
"dios" de todos los "textos sagrados", de todos los dogmas,
de todas las liturgias, es una criatura humana, al igual que la danza o la
música, la pintura o el poema. Solo valen si inspiran. Solo valen si nos
arrebatan al más allá sin más allá, a lo Indecible en la palabra, a lo
inimaginable en la imagen.
No busques en
Dios ninguna respuesta a ningún cómo y porqué. Mira el mundo. Escucha el eco
del Big Bang en las galaxias y en los bosones. Escucha ese pájaro. Mira cómo
crecen el trigo y el pan. Mira esa pareja, la ternura creciendo en sus ojos y
en sus manos. El mundo existe. La Vida existe. La belleza y la Ternura existen.
He ahí Dios, el Aliento increado creándose sin cesar en todo, también en
nosotros, para que la bondad sea más fuerte.
Cuando alguien
se abre como un niño a todas las grandes preguntas y no pretende poseer ninguna
respuesta, pero guarda su alma en paz y en paz se dedica a aliviar el dolor de
su prójimo y a curar las heridas del mundo, entonces hace presente y visible a
Dios en el mundo. No el "dios" de nuestras imágenes y palabras, sino
el Misterio que es en todo, más allá de toda filosofía y de toda religión. El
Misterio creador, restaurador, consolador en el que vivimos, nos movemos y
somos. Y que hacemos ser. Pues el respiro solo existe cuando los seres
respiran.
José Arregi
Me ha gustado. Dios es un Misterio. Solo podemos dar explicaciones humanas, que son muy cortas. Pero para Dios es cariño, cercanía, abrazo, mirada, sensibilidad...ahí es donde se siente a Dios. Mucho más que en las explicaciones teóricas que se quedan muy cortas y no satisfacen.
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