Todos hemos experimentado en
algún momento de nuestra vida, la sensación de sentirnos inferiores a otras
personas o frente a situaciones que no sabíamos como manejar. Sin embargo, en
muchas personas se desarrolla un complejo de inferioridad que les incapacita y
les convierte en víctimas de sí mismos.
El sentimiento de
inferioridad surge cuando uno cree no ser lo que debería.
Ese "deber ser"
que nos imponemos tan a menudo, limita nuestra visión de nosotros y de muchas
capacidades nuestras, quizá las mejores que se quedan en el tintero porque no
encajan en las que consideramos que deberíamos tener. Del mismo modo, no
adquirimos la conciencia de nuestros limites y nos embarcamos a veces
imposibles, tan solo para comprobar lo que ya creíamos de nosotros "no soy
suficiente".
Algunas maneras de
manifestación de las personas que se sienten inferiores:
-Aunque parezca
contradictorio, buscan llamar la atención hacia sí mismos. Si otro se fija en
él, en un primer momento se sienten halagados y satisfechos pero eso dura solo
un instante ya que, al ser un pozo sin fondo, inmediatamente se pasó el efecto
y necesitan un nuevo halago o reconocimiento que les estimule a seguir.
-En otras ocasiones, buscan
desmerecer la imagen de otros para resaltar la suya. Las comparaciones son una
constante en la vida de la persona que se desmerece así misma.
-Puede mostrarse autoritaria
y exigir atenciones de los demás abusando de su autoridad o de su victimismo.
DE DÓNDE SURGE EL COMPLEJO
DE INFERIORIDAD
Los padres pueden ser responsables
en contribuir al desarrollo de sentimientos saludables de valía o de
inferioridad en los hijos.
Cuando un el niño se siente
amado incondicionalmente se siente valioso y desarrolla una autoestima
adecuada, que le permite desarrollarse y superar las etapas de su proceso de
madurez con el sentimiento íntimo de valía.
Cuando lo que se le muestra
es rechazo a quien es o a sus capacidades, cuando la relación padres-hijos se
sustenta en demandas excesivas y se mantienen con comportamientos poco respetuosos:
castigándoles de manera indebida, descontrolada e injustificable,
ridiculizándole delante de otras personas haciéndoles objeto de bromas, no
permitiéndoles el derecho a expresar iniciativa propia, la exigencia desmedida,
entonces el niño no alcanza su sentimiento íntimo de valía personal y se queda
enredado en una especie de vergüenza.
Los fracasos que una persona
pueda experimentar siendo joven o adulto, también pueden contribuir a una
actitud de inferioridad o al temor a no dar lo mejor de sí mismos. Esto sucede
mayormente cuando no pueden atravesar esas experiencias que no fueron
satisfactorias y continúan sintiéndose en el presente incompetentes e
inseguros, dejándose aprisionar por estos pensamientos negativos.
El complejo de inferioridad
se sostiene por el autoconcepto personal, es decir, por la idea que tenemos de
nosotros y de nuestras capacidades. Mientras creamos que no somos capaces,
repetiremos lo que tenemos programado.
NO TE DEJES ARRASTRAR
SE TÚ
SIENTE
Y VIVE
María Guerrero,
psicoterapeuta
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