Tener cuidado de las rentas
ajenas me parece a mí que sería estar pensando en lo que los otros gozan. Sí,
que por vuestro cuidado no muda el otro su pensamiento ni se le pone deseo de
dar limosna. Dejad ese cuidado a quien los puede mover a todos, que es el Señor
de las rentas y de los renteros. Por mandato suyo vinimos aquí. Son verdaderas
sus palabras. No nos pueden faltar porque antes faltarán los cielos y la
tierra. No faltemos nosotras, que no hayáis miedo de que nos falte él. Y, si
alguna vez os faltare, será para mayor bien, como faltaba la vida a los santos
cuando los mataban por el Señor y era para aumentarles la gloria por el
martirio. Buen trueco sería acabar presto con todo y gozar de la hartura
perdurable.
Tomado de Camino de
Perfección, capítulo 2, párrafo 2.
José Luis y Sofía
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