En el
mercado y en el claustro,
solo vi a
Dios.
En el valle
y en la montaña
solo vi a
Dios.
Lo he visto
detrás de mí
en la hora
de la tribulación
y en los
días del favor y la fortuna.
No vi alma
ni cuerpo,
accidente ni
sustancia,
causas ni
cualidades:
solo vi a
Dios.
Abrí mis
ojos,
y gracias a
la luz
de Su rostro
circundándome,
descubrí en
todas las miradas
al Amado.
(Baba Kuhi,
poeta sufí iraní del s. XI)
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