Como es tradicional, los Equipos de León, el sábado
día 16 de noviembre celebramos, en el convento de las Madres Concepcionistas,
la eucaristía por los difuntos. Más que un encuentro para recordar la muerte,
fue una celebración de la vida.
Porque, la muerte no es el final.
Ni es la extinción de la persona,
Ni es la nada del ser.
La muerte es una transformación en la forma de ser.
Es una manera distinta de ser.
Es una dimensión en la que somos de forma eterna.
Esto, alguien puede pensar que es teoría, que queda
muy bonito para superar el trauma de la muerte, que pertenece a una forma de
ver la cosas sin pisar tierra…en definitiva, que no me lo creo.
Pero por si alguien puede pensar así, pregunto, ¿qué
es la fe?, ¿qué es el cariño?, ¿qué es el amor?
Cuando alguien nos da un abrazo, nos mira a la cara
y nos sonríe, ¿no llena nuestra alma?, ¿no entra en nosotros mismos y nos llena
de felicidad? Esto todos lo hemos experimentado.
Pues la muerte es ese paso duro y difícil por la
incertidumbre que tenemos que dar para ser definitivamente eternos y felices. Y
esa incertidumbre va unida a la fe. ¿Cómo no vamos a dudar? Si el mismo Jesús,
dudó.
En la homilía, preguntaba Juanma, ¿qué es el cielo?
No es un lugar. El cielo es un estado. Es una forma de ser. En el cielo solo hay
cariño, comprensión, misericordia, amor. Porque Dios es eso: amor. ¿Comprendemos ahora, por qué el cielo comienza
en la tierra? Decimos que el cielo es estar con Dios, pero con Dios estamos
cuando escuchamos a quien nos lo pide, cuando miramos a quien pasa a nuestro
lado, cuando nos compadecemos de quienes están desorientamos, cuando abrimos
nuestra casa a los demás, cuando damos. Porque Dios es amor. Y el amor es todo
eso.
Por eso, amigos, el sábado no celebramos la muerte
sino la Vida. Una vida que dirigimos cada uno de nosotros. Ahí está la grandeza
y la dificultad.
Os dejamos un video que es toda una invitación a
vivir: celebra la vida.
Un abrazo
H y MN
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