En este mundo de tantos
titulares y protagonistas que brillan en portadas de vez en cuando, se vuelve
cada vez más necesario aprender a valorar lo cotidiano, lo ordinario. En
Cuaresma se nos invita a apagar los focos o dejar que apunten
a esas otras realidades que no siempre brillan. Es una buena ocasión para
pensar en lo cotidiano, lo que, día a día, pasa desapercibido.
No son necesarias
grandes cosas. Basta con estar. Es suficiente. Meditar. Buscar en silencio.
Contemplar lo diario,
lo sencillo. Un tenedor. Un vaso. Una barra de pan. La ropa colgada al sol. Lo
que toco todos los días. Lo que no le presto atención. Aquello que llega a mi,
sin más y pasa sin que me de cuenta.
Voy a fijarme. Voy a
dar protagonismo a lo ordinario. Voy a dar gracias por venir a mi, por estar
conmigo. Lo voy a vivir. En esta cuaresma. En este día. Hoy, que estrenamos el mes de abril.
Porque la vida, esencialmente, es eso: cosas ordinarias.
Ver lo de cada día y estar con ello puede ser una buena regla de vida. Setarcos
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