Huerto de los olivos. Jerusalén |
Domingo de Ramos
Evangelio de Mateo 27, 11-54
…
Desde el mediodía hasta la
media tarde vinieron tinieblas sobre toda aquella región. A media tarde, Jesús
gritó:
— Elí, Elí, lamá sabaktaní. (Es
decir: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”).
…
Hoy en las misas se lee la
Pasión. Nosotros solo hemos querido recoger esa frase de Jesús. Ese grito desgarrador que hace temblar el
cuerpo y el alma. Porque Jesús sufrió la dureza de la crucifixión. Estamos
tan acostumbrados a leerlo que parece que no nos afecta. Pero, sufrió el dolor
terrible de la cruz. Imaginemos ese dolor. Tremendo dolor.
Pero, además de eso, queremos
destacar dos actitudes de Jesús:
Primera, asumió todo el proceso de condena, el calvario y la crucifixión en silencio.
Porque es ahí, en el silencio, donde encuentra esa relación directa con el
Padre Dios. Es ahí, en el silencio, donde la persona, no se engaña. Es ahí, en
el silencio, donde el ser humano, es auténtico. Es ahí, en el silencio, todos
somos iguales. Es ahí, en el silencio, donde se es.
Segunda actitud, aun en ese dolor intenso es capaz de perdonar:
perdónales porque no saben lo que hacen. Es la expresión más grande del amor:
el perdón. No hay nada más grande para
la persona. Es el amor en estado puro. Es la donación más auténtica.
Aquí está la grandeza de la
Pasión. Jesús no hace alarde de su condición de Dios, se deja prender, escupir
y matar por sus hermanos los hombres. Y no hay condena por ello. Al contrario,
hay perdón. ¡¡No hay amor más grande!!
H y MN
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