Iglesia de la Transfiguración, Monte Tabor, Israel. |
Domingo II Cuaresma
Evangelio de Mateo 17, 1-9
Seis días después, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su
hermano Juan y se los llevó aparte a una montaña alta.
Se transfiguró delante de ellos y su rostro resplandecía como el
sol y sus vestidos se volvieron blancos como la luz.
Y se les aparecieron Moisés y Elías conversando con él.
Pedro, entonces, tomó la palabra y dijo a Jesús:
— Señor, ¡qué hermoso es estar aquí! Si quieres, haré tres chozas:
una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.
Todavía estaba hablando cuando una nube luminosa los cubrió con su
sombra, y una voz desde la nube decía:
— Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadlo.
Al oírlo, los discípulos cayeron de bruces, llenos de espanto.
Jesús se acercó y tocándolos les dijo:
— Levantaos, no temáis.
Al alzar los ojos no vieron a nadie más que a Jesús solo.
Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó:
— No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre
resucite de entre los muertos.
Conocemos este pasaje como el de
la transfiguración. Las tres personas
del relato –Pedro, Santiago y Juan- vieron a Jesús en todo su esplendor y oyeron
la voz de Dios que decía: este es mi Hijo, escuchadlo.
¿Cómo se puede explicar? Como un adelanto
de lo que veremos en el cielo. Significa penetrar en el hondo de Dios. Superar
las apariencias y llegar a la esencia. ¿Fue un sueño? ¿Fue una visión? Fuera
como fuera, lo que nos está diciendo es que cuando lleguemos a esa visión,
cuando alcancemos ese estado, estaremos en plenitud con Dios. Por eso dicen:
qué bien se está aquí. No quieren ir a ningún otro lugar. Es el estado de felicidad,
de plenitud.
Podríamos pensar que eso solo
llegaremos a conocerlo y a experimentarlo después de la muerte. Yo creo que no.
Creo que ya ahora, en esta vida, en este momento, somos capaces de alcanzar ese
estado. Más aún, creo que muchos ya lo hemos vivido. ¿Quién no recuerda algún
momento en su vida de total placidez, de encontrarse tan a gusto que ni
siquiera notamos el paso del tiempo? Esos momentos se parecen a la transfiguración
que vivieron los tres apóstoles con Jesús. Ese será el estado permanente tras
la muerte.
Querido amigos, no estamos lejos
del cielo. El cielo ya está aquí. En esta vida. Es posible alcanzar ese estado.
No está fuera. Es luminosidad y transparencia. Nosotros somos capaces de
vivirlo aquí. Cuando nos lo creamos de verdad, lo viviremos a diario. De esa manera penetraremos en Dios.
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