Cristo Redentor de Corcovado, Río Janeiro |
Domingo XVII Tiempo Ordinario
Evangelio de Lucas 11,
1-13
Una vez que estaba Jesús orando en cierto
lugar, cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo:
— Señor, enséñanos a orar,
como Juan enseñó a sus discípulos.
Él les dijo:
— Cuando oréis, decid:
“Padre, santificado sea tu nombre, venga tu reino, danos cada día nuestro pan
del mañana, perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a
todo el que nos debe algo, y no nos dejes caer en la tentación”.
Y les dijo:
— Si alguno de vosotros
tiene un amigo, y viene durante la medianoche para decirle: “Amigo, préstame
tres panes, pues uno de mis amigos ha venido de viaje y no tengo nada que
ofrecerle”. Y, desde dentro, el otro le responde: “No me molestes; la puerta
está cerrada; mis niños y yo estamos acostados; no puedo levantarme para
dártelos”. Si el otro insiste llamando, yo os digo que, si no se levanta y se
los da por ser amigo suyo, al menos por la importunidad se levantará y le dará
cuanto necesite.
Pues así os digo a
vosotros: Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá; porque
quien pide recibe, quien busca halla, y al que llama se le abre.
¿Qué padre entre vosotros, cuando el hijo
le pide pan, le dará una piedra?
¿O si le pide un pez, le dará una
serpiente? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión?
Si vosotros, pues, que sois malos, sabéis
dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el
Espíritu Santo a los que se lo piden?
Quisiera hoy centrar esta
reflexión solo en dos palabras: padre y oración.
A Jesús lo entendemos y lo
asimilamos como un padre. Más aún como un padre bueno. ¡Qué padre no se ocupa
de sus hijos! Esto es la gran realidad del cristianismo: la persona de
Jesús-padre. Lo decía el papa Francisco al llegar a la JMJ Río 2013: no vengo a
traeros oro ni plata, sino al mismo Jesucristo. Y no porque tenga que ir el Papa
a llevarlo, sino porque es bueno que nos recuerde que el Espíritu, el mismo Jesús, ya
está con nosotros, mejor aún, ya está en nosotros. No podemos ocultarlo.
Y la mejor forma de darnos cuenta
que ese Jesús está en nosotros es por medio de la oración. El mismo nos dijo
cómo orar: el padrenuestro. Tantas veces lo hemos recitado que ya no cala, nos
dice poco. Por eso os propongo sencillamente, quedar en silencio y notar el
sentimiento de tener dentro a Jesús.
Hoy Señor, no necesito palabras
Hoy quiero el silencio
No decir nada
Solo el silencio
….
Porque ahí está lo auténtico
Ahí te siento a ti, Jesús.
Cristo Redentor de Corcovado, Río, Brasil |
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