Muchas veces
en la vida nos sentimos al final de algo. Si un hijo se va, es el final de una
vida que habíamos planeado juntos. Si aparece una enfermedad, es el final de
una vida sana y con alegría. Si nos echan del trabajo, es el final de una etapa
tranquila…
Pero en
realidad deberíamos ver cada final como el inicio de algo nuevo.
Cuando un
hijo se va, es que ha comenzado una nueva vida de alegría, trabajo… Si aparece
una enfermedad quizá sea el comienzo de empezar a ver las cosas de otro modo,
de darnos cuenta que no estamos aquí para siempre y de que hemos de ponernos
ante Dios y preguntarle qué debemos cambiar, qué estamos haciendo mal para
cambiarlo y qué estamos haciendo bien para seguir impulsando ese hacer.
Si nos
quedamos sin trabajo quizá sea el momento de intentar hacer algo nosotros, de
crear una nueva forma de trabajar…
En fin, es el
momento de ser positivos. En la Iglesia estamos llegando a muchos finales, pero
nosotros los vemos como nuevos y alentadores inicios de una transformación tan
necesaria. Hay mucho miedo a los cambios, porque suponen decisiones a veces
difíciles de nuestras maneras de ver la cosas, pero ya nos dice Jesús: “No
tengáis miedo”. Y nosotros hemos empezado a perder ese miedo. Hemos dejado de
cerrar los ojos y vivimos más felices en el mundo en el que Jesús nos ha
puesto.
Un
abrazo
Huellas
Cerrar etapas, cerrar situaciones, cerrar pensamientos...forma parte de la vida. aparecerán nuevas ideas, nuevos pensamientos, nuevos caminos. La vida es un abrir y cerrar, quedarse en la mitad es no dar el paso necesario, es dejarse vencer por el miedo. Y eso no hace feliz. Cerrar implica de alguna manera una pérdida, pero es para seguir creciendo. El niño deja de serlo para ser joven, no se puede añorar mantener la niñez por miedo a crecer. RUTH
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