En su
última charla antes de morir el Cardenal Martini dijo: “La Iglesia debe reconocer los errores propios y debe seguir un cambio
radical, empezando por el Papa y los obispos”. Veía
a la Iglesia Occidental cansada, atrapada por la burocracia y el bienestar, más
preocupada por los signos externos que por abrir la Buena Nueva a los que más
la necesitan, a la manera de Jesús de Nazaret: “Nuestros rituales y nuestros vestidos son pomposos” y la contrapone a
la “otra” Iglesia cercana al prójimo de monseñor Romero y los mártires jesuitas
de El Salvador. “¿Dónde están entre nosotros los héroes en los que nos
inspirarnos…?”. Está clara su denuncia profética de que en el Primer Mundo,
la Iglesia actual no puede generar mártires mientras siga cómplice -por acción
u omisión- del pecado estructural.
Y nos ha
dejado tres recetas para salir del agotamiento. “El primero es reconocer los
propios errores. El segundo y el tercer consejo es recuperar la palabra de Dios
y los sacramentos como una ayuda y no como un castigo. “¿Llevamos los
sacramentos a los hombres que necesitan una nueva fuerza?”
¿No
deberíamos nosotros aplicarnos también estas recetas? pues somos Iglesia. Como
dice el proverbio chino debemos cambiarnos nosotros antes de pedir cambios a
los demás.
Pues que
así sea.
Huellas
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