La ambición de los Equipos
de Nuestra Señora no es la de reunir a todos los hogares, a todos los grupos de
matrimonios. Solo a los que, deseosos de llegar a una vida cristiana más
perfecta y de cooperar más eficazmente a la obra de Dios en el mundo,
experimentan la necesidad de una regla y desean una ayuda fraternal fuerte.
No es por tanto sorprendente
que hogares, grupos de matrimonios,
después de haber entrado en el Movimiento, no se encuentren en su sitio: puede
que hayan venido ignorando las obligaciones de la Carta, o por dar gusto a unos
amigos, o incluso por moda, o esnobismo (¿dónde no encuentra sitio el
esnobismo?).
A estos hogares extraviados
en los Equipos, se les reconoce fácilmente: aplauden el Ideal de los Equipos
pero son contestatarios con las obligaciones - a las que por otra parte no se
pliegan, sino de mala gana. Y por tanto, cosa curiosa, a menudo se apegan a
ellos. Me recuerdan aquel extraño viajero de mi compartimento, un día que iba
de Aviñón a París; el revisor al constatar que tenía un billete para
Marsella, le hizo notar que estaba en
situación de alejarse de ésta a 120 kilómetros por hora. Primero sorprendido,
el extraño viajero, pronto resignado, se
contenta con responder: “Después de todo, tanto peor”.
Cuando se pretende entrar en
los Equipos, o comenzar un nuevo curso, solo concibo que se plantee la pregunta en estos términos:
“¿Es la voluntad de Dios el que estemos en los Equipos de Nuestra Señora?”. Si
la respuesta es positiva, la pertenencia a los Equipos será lúcida, firme,
leal, marcada por el signo de lo sagrado. Ciertamente podrá llegarse a
transgredir una obligación de la
Carta por impedimento o negligencia; pero rehusar tal
obligación, cuestionar tal o cual punto de la Carta , no
es concebible.
De hecho, constato que, a
propósito de los Equipos, así como en otras circunstancias (elección de una
situación, concepción de un hijo, empleo del
dinero...) muchos cristianos se dejan arrastrar por los acontecimientos,
la gente, la urgencia, y no se refieren a la voluntad divina. De ahí la falta de rigor y la inconstancia de
sus vidas. Y por tanto, no es cristiano, no es discípulo de Cristo mas que
aquel que puede decir, a la manera de su
Maestro: “Mi alimento es hacer la voluntad de mi Padre”.
Es fuerte, el Movimiento en el que cada uno de sus miembros
ha entrado en él después de haber consultado a Dios.
Es preciso que nuestros
Equipos sean fuertes. Me atrevo a creer
que la Iglesia
los necesita.
Henri Caffarel
Grande nuestro fundador Henry Caffarel. De acuerdo con todo lo que dice. Verdades como puños.Apuesto por unos Equipos fuertes.
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