“No se nos ha dicho que, en las mismas raíces de la civilización
occidental, reside una tradición espiritual. Hay que pagar un precio para
entrar en contacto con esta tradición. Siempre hay que pagar un precio, y,
precisamente porque nadie ha querido pagarlo, las cosas están como están. El
precio no ha cambiado: somos nosotros mismos, nuestra voluntad de ser
transformados. Solo sirve eso, no puede ser menos.
No podemos apartarnos y mirar. No podemos distanciarnos porque
precisamente nosotros somos el ingrediente que falta. Sin nosotros, las
palabras solo son palabras. Y esta tradición no existió para edificar o
entretener, ni siquiera para inspirar; existió para devolver al hombre a sus
raíces.
[…] A muchos nos preocupa la extinción de todas las especies que
el mundo occidental está exterminando. Pero casi nadie se da cuenta de lo más
extraordinario de todo: de la extinción de nuestro conocimiento de lo que
somos”.
Peter Kinsley: En
los oscuros lugares del saber
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