Domingo XV Tiempo
Ordinario
Evangelio de Mateo
20, 1-16
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus
discípulos esta parábola:
El Reino de los Cielos se parece a un
propietario que al amanecer salió a contratar jornaleros para su viña. Después
de ajustarse con ellos en un denario por jornada, los mandó a la viña.
Salió otra vez a media mañana, vio a
otros que estaban en la plaza sin trabajo, y les dijo:
— Id también vosotros a mi viña, y os
pagaré lo debido.
Ellos fueron.
Salió de nuevo hacia mediodía y a
media tarde, e hizo lo mismo.
Salió al caer la tarde y encontró a
otros, parados, y les dijo:
— ¿Cómo es que estáis aquí el día
entero sin trabajar?
Le respondieron:
— Nadie nos ha contratado.
El les dijo:
— Id también vosotros a mi viña.
Cuando oscureció, el dueño dijo al capataz:
— Llama a los jornaleros y págales el
jornal, empezando por los últimos y acabando por los primeros.
Vinieron los del atardecer y
recibieron un denario cada uno.
Cuando llegaron los primeros, pensaban
que recibirían más, pero ellos también recibieron un denario cada uno. Entonces
se pusieron a protestar contra el amo:
— Estos últimos han trabajado solo una
hora y los has tratado igual que a nosotros, que hemos aguantado el peso del
día y el bochorno.
El replicó a uno de ellos:
— Amigo, no te hago ninguna
injusticia. ¿No nos ajustamos en un denario? Toma lo tuyo y vete. Quiero darle
a este último igual que a ti. ¿Es que no tengo liberta para hacer lo que quiera
en mis asuntos? ¿O vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?
Así, los últimos serán los primeros y
los primeros los últimos.
Desconcertante,
incomprensible, injusto pueden algunos de los calificativos ante este evangelio.
¿Cómo va a pagar el mismo salario a quien hace toda la jornada y a quien hace
solo un tercio o un medio de la jornada? ¿Algún empresario lo hace? ¿Algún sindicato o asociación lo reclama? Con
los criterios de justicia basados en el derecho humano no se entiende. Parece
justo y razonable que quien hace media jornada cobre el medio de quien la hace
entera. Si no fuera así, todos solicitaríamos hacer la mitad y cobrar entero.
¿Todos?
Pero hay que elevar la
reflexión y partir de quien es Dios: Dios es amor. Por eso lo entrega todo,
porque todo es de todos. Y así lo importante no es hacer la jornada entera, la mitad o un tercio, lo importante es que Dios
nos ama en la totalidad, por ser personas, por ser sus hijos, hagamos lo que
hagamos. Y por esa razón nos paga a todos el mismo denario: nos ama. Si
comprendemos que somos amor, no nos molestará hacer la jornada completa, al
contrario disfrutaremos porque hemos sentido a Dios desde el principio y nos
alegramos porque otros lleguen a ese mismo Dios a mitad del camino o al final
de la vida. Porque todos somos de Dios.
Por tanto no es que la
justicia divina sea distinta a la humana, es que la justicia de Dios es el amor
total a todos. Por eso a todos nos paga con la misma moneda: el amor. El
denario del evangelio.
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