Me
parece muy positivo el interés creciente por el mundo de los sentimientos
porque, solo favoreciendo una relación consciente y ajustada con ellos, es
posible la integración de la persona. Por el contrario, lejos de ellos–encerrados
en el hemisferio izquierdo-, nos encontramos a distancia de nosotros mismos y
de la vida, y confundidos
con ellos –reducidos al hemisferio
derecho-, caemos en la inconsciencia, el autoengaño y el sufrimiento crónico e
inútil.
En
el primer caso, somos víctimas de la rigidez; en el segundo, del caos.
Y como bien explica el psiquiatra y neurocientífico Daniel Siegel, la armonía
psicológica discurre como “un río de integración entre las orillas del caos y de la rigidez”
Afortunadamente,
la “educación emocional” va adquiriendo un relieve cada vez mayor en los
distintos actores que trabajan en el mundo de la educación. Empieza a ser un
lugar común afirmar que el cuidado exclusivo o preponderante de la llamada
“inteligencia operativa” no garantiza la salud psicológica de la persona. Es
necesaria una atención expresa y operativa al mundo de los sentimientos y
emociones si queremos que niños y jóvenes crezcan en unificación psicológica:
serenidad, autonomía, benevolencia, alegría, amor, solidaridad…
En
estas entregas, intentaré plantear un “marco” de referencias que permitan
clarificar el lugar de los sentimientos en el conjunto de nuestra persona, y
orientarnos en nuestro hacer con ellos.
Sensación, sentimiento, emoción
Para empezar, una constatación
elemental:estamos
sintiendo constantemente…, aunque no nos enteremos, no
seamos capaces de nombrar lo que sentimos, o nos hallemos “encerrados” en los
vericuetos de nuestra mente. Incluso totalmente alejados de ellas, lo cierto es
que somos seres habitados de sensaciones incesantes; y no puede ser de otro
modo, porque vivir
es sentir.
Entendemos
por sensación todo
mensaje corporal: desde el contacto de los pies con el suelo hasta la
percepción de la temperatura que hace en este momento en nuestra habitación;
desde el calor de las manos que se entrecruzan hasta el dolor de muelas que no
logramos calmar. Somos, permanentemente, un mar de sensaciones inagotables.
Pero solemos vivirnos tan distantes de ellas, sobre todo de las más tenues y
profundas, que no es extraño que, ante la pregunta: ¿qué estás sintiendo?,
muchas personas no sepan qué responder.
Algunas
de esas sensaciones corporales conllevan una alteración anímica, afectan a
nuestro estado de ánimo, es decir, tienen un contenido psicológico: son los sentimientos.
Por lo que, aunque todo sentimiento es una sensación –un mensaje corporal-, no
toda sensación es sentimiento.
Cuando,
finalmente, algunos sentimientos aparecen “cargados” con una intensidad
especial, hablamos de emociones.
La emoción denota un “plus” añadido, que toma a toda la persona, y que solo
puede evacuarse a través del propio cuerpo –no olvidemos que la emoción es
también una sensación corporal-, en forma de llanto, grito, golpe, movimiento…
Por eso, una vez evacuada, lo que queda es el sentimiento de base.
ENRIQUE MARTINEZ LOZANO, psicoterapeuta
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