Señor, tu sabes que
estoy envejeciendo.
No me
dejes que hable demasiado y demasiado alto,
creyendo
que me toca opinar sobre todo.
Líbrame
de querer enderezar la vida de todo el mundo.
Líbrame
de los cuentos con un sinfín de detalles.
Dame
alas para ir directo a lo esencial del tema.
Sella
mis labios cuando estoy tentado de contar mis molestias
y
dolores, que aumentan con los años, y con los años aumenta mi
inclinación
a comentarlos.
Enséñame
esta magnífica lección:
¡Que a
veces puedo estar equivocado!
Hazme
considerado pero no entrometido, servicial pero no invasor.
Creo
tan vasta mi experiencia y sabiduría que ¡querría usarla toda!
Pero,
tú sabes, Señor, ¡desearía conservar hasta el fin algunos amigos!
Amén.
“¿Has visto las gotas de lluvia que
caen densas en una tarde de otoño? Otras tantas son las personas que entran
cada día en la eternidad y casi nadie se da cuenta. Un día, tú mismo serás una
de estas gotas”.
F.X. Nguyen van Thuan.
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