Es el Domingo XXX Tiempo Ordinario y el Evangelio de Marcos 10, 46b-52, dice así:
En aquel tiempo, al salir Jesús de Jericó con sus discípulos y bastante gente, el ciego Bartimeo (el hijo de Timeo) estaba sentado al borde del camino pidiendo limosna. Al oír que era Jesús Nazareno, empezó a gritar:
Hijo de David, ten compasión de mí.
Muchos le regañaban para que se callara. Pero él gritaba más:
Hijo de David, ten compasión de mí.
Jesús se detuvo y dijo:
Llamadlo.
Llamaron al ciego diciéndole:
Ánimo, levántate, que te llama.
Soltó el manto, dio un salto y se acercó a Jesús.
Jesús le dijo:
¿Qué quieres que haga por ti?
El ciego le contestó:
Maestro, que pueda ver.
Jesús le dijo:
Anda, tu fe te ha curado.
Y al momento recobró la vista y lo seguía por el camino.
¿Para quién es el evangelio de hoy?
Para los ciegos, dice Alberto. Como yo no lo soy, a mi no me dice nada, contesta Carmen.
El caso es que dicen que el Evangelio es para todos y en todos los tiempos.
¿Cómo lo puedo aplicar a mi vida?
Primera pregunta: ¿eres ciego?, Hombre, yo veo. ¿Qué ves? Veo la naturaleza, vea las personas, veo los edificios…para eso están los ojos.
¿Y no ves que hay personas que apenas tienen para comer, personas que solo tienen dinero, personas que sólo buscan poder, personas que pasan de todo, personas que…?, me dice mi conciencia.
¡Ah!, ¿pero es a eso a lo que se refiere el evangelio?
¿Para qué estás en esta vida?, otra vez la conciencia
Para vivir, para ser felices, me vuelve a contestar mi conciencia. Y añade: eso solo es posible que si tienes en cuenta a los demás.
Ya voy entendiendo, el ciego del evangelio soy yo, dice Alberto. Porque voy a lo mío y no me doy cuenta que hay personas que esperan algo de mí, añade Carmen.
Ahora me voy aproximando a la fe. Para poder escuchar a los demás e implicarme necesito la ayuda de Jesús.
Pues se lo voy a pedir, se lo vamos a pedir dicen, al unísono Alberto y Carmen. No estamos solos: contamos con Jesús y si se lo pedimos de verdad nos echará una mano. Como hizo con el ciego Bartimeo.
Por fin lo entiendo, dijo Luis que había estado en silencio. Yo lo quería hacer yo sólo y caí en una depresión: me daba tanta pena la gente necesitada, la gente vacía… que quería cambiarlos a todos…y así no conseguía nada. Hoy voy a confiar en Jesús, a contarle lo que me pasa y a ver cómo voy saliendo adelante…
Comprendí que el evangelio era para mí….y me quedé en silencio.
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