Hablar de amor en el cristianismo es reconocer el culmen de nuestra religión. Y hoy en el evangelio se nos manifiesta bien claramente. Jesús se reúne con sus amigos, come con ellos, establece la eucaristía y hasta les lava los pies. No actúa como un esclavo sino como un servidor. No es algo puntual en su vida sino que nos recuerda que es Él quien establece esa regla, que más que regla es una forma concreta de vivir. Parece que con la cabeza lo entendemos todos, pero ¿lo vivimos así?
¿Amamos así nosotros? Tras su muerte Jesús se va y nos deja al Espíritu que nos dice cómo tenemos que seguir viviendo. Hoy, en pleno siglo XXI es al Espíritu al que tenemos que preguntar cómo lo estamos haciendo. El Espíritu es como el agua fresca que todo lo vivifica, purifica, da vida, hace crecer, refresca…
Si Jesús hubiera querido que todo quedara atado y bien atado no habría tenido que dejarnos al Espíritu para que nos ayudara a refrescarnos, a aceptar los nuevos tiempos, lo nuevo que nos llega. Por eso cuando nos olvidamos de preguntarle en nuestras sentadas u oraciones qué quiere de nosotros, para dejar correr el agua fresca, es cuando empieza a oler mal, porque el agua se estanca y se pudre.
Quizá lo mejor que podemos hacer hoy, en el día del amor, es volvernos hacia el Espíritu para que oriente todas nuestras vidas hacia la acogida a los distintos a nuestras ideas, a hacernos amables con los que no nos gustan, ser compasivos con todos los que sufren, ser remanso de paz con los agresivos, amar y dejarse amar, en definitiva AMAR, AMAR , AMAR … Os queremos.
Huellas
Una vida sin amor, no es una vida humana.
ResponderEliminarSin amor te pudres.
Hoy, un día dedicado al AMOR, Jesús nos dio ejemplo lavando los pies a sus discípulos. Por ahí va el camino de la plenitud: por la generosidad y la entrega a los demás. Eso es amar.