En el muro de los lamentos, Jeruselén |
Este domingo 4º de cuaresma es el domingo de la alegría –domingo laetere-. En plena cuaresma se destaca una cualidad esencial del cristiano: la alegría. Si crees en Jesús ya tienes motivos suficientes para estar alegre. ¿Por qué se llama domingo de la alegría? Porque ya está cerca la Pascua y porque Dios nos quiere. Así de sencillo, pero así de profundo y de esperanzador.
Pero no quiero dejar de comentar una frase del Evangelio de Juan 9, 1-38, que me ha dejado desconcertado. El evangelio trata de la curación por Jesús de un ciego de nacimiento y relata por un lado el agradecimiento de este hombre y por otro lado, cómo los fariseos quieren “buscarle las vueltas” a esa buena acción “porque ha curado en sábado”. Cuando alguien no quiere ver la realidad no es fácil convencerle. Es lo que ocurre con los fariseos.
Pero la frase que quiere comentar es la siguiente: Le preguntan sus discípulos:
“Maestro, ¿por qué nació ciego este hombre? ¿Fue por un pecado suyo o de sus padres?
Jesús respondió:
La causa de su ceguera no ha sido ni un pecado suyo ni de sus padres. Nació así para que el poder de Dios pueda manifestarse en él. Mientras es de día, debemos realizar las obras del que me envió; cuando llegue la noche, nadie podrá trabajar. Mientras estoy en el mundo, yo soy la luz del mundo”.
Me desconcierta la frase en la que dice Jesús que la ceguera de ese hombre es para poder manifestar el poder de Dios.
Preguntamos ¿es que Dios permitió esa ceguera para poder después curarla?
No lo entiendo.
Y esta ceguera mía quiero compartirla con los visitantes de este blog por si quieren aportar su luz comentando esto que a mí me desconcierta.
Pinchad en comentarios y dejad vuestras aportaciones. Gracias.
No hay mal que por bien no venga. El mal es como el frío, una carencia. Saber la causa de esta realidad es un misterio. Si el mal es la carencia de bien..., bueno, entonces lo malo no es una entidad perversa sino que le falta algo: a toda realidad le falta algo, a todos nos falta mucho. Yo me siento inutil para hace muchas cosas, el reconocer esas deficiencias es un don de Dios. Querer salir de ellas con trampa es lo que hicieron Adán y Eva en el Edén. Este podría ser el pecado original: no aceptar nuestra limitación. El poder de Jesús es el que Él mismo nos da para subsanar nuestras limitaciones. Él nos salva.
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