Estos días leyendo el Lábaro se nos hablaba del perdón y lo que dice es algo tan importante que a todos nos conviene reflexionar sobre ello. Por eso se nos ha ocurrido transmitiros las ideas de este artículo que se basa en Martín Descalzo, para que nos sirva de reflexión. Ya comentamos desde el principio que lo que hacemos es prácticamente copiar lo que ahí se dice:
Perdonar es la consecuencia lógica de comprender. Graham Green suele decir que “si conociéramos el último porqué de las cosas tendríamos compasión hasta de las estrellas”. El que hace un esfuerzo por comprender al ofensor casi no necesita perdonarle, porque realmente no llega a ser ofendido. Marañón lo explicó muy bien, con una frase que me gustaría que el lector leyera dos veces: «El que es generoso no suele tener necesidad de perdonar, porque está siempre dispuesto a comprenderlo todo y es inaccesible a la ofensa». Exacto: el generoso es más rápido en perdonar que el ofensor en ofender.
El generoso, además, olvida el mal. O al menos hace todo lo posible por olvidarlo. Ya sé que hay dolores que no se pueden olvidar. Si a alguien le falta una mano siempre la echará de menos. Pero hay muchos males que nos siguen doliendo años y años no porque sean muy profundos, sino porque nosotros los alimentamos dándoles vueltas en la memoria. Hay quienes parecen disfrutar manteniendo abiertas sus propias heridas. Eso, y no otra cosa, es el resentimiento. Por eso estas personas cuando algo o alguien les pincha, revientan como un saco lleno de veneno y lanzan afuera dolores o cuestiones que todos han olvidado ya, menos ellos.
Dice Gracián el mejor remedio contra el mal es olvidarse de él y Unamuno dice «hay que olvidar para vivir; hay que hacer hueco para lo venidero». Efectivamente: el alma de los hombres es muy pequeña; si la vamos llenando de rencorcitos, la tendremos siempre llena y no podrá surgir de ella ni un acto de amor, e incluso, cuando alguien nos ame, no entrará dentro ese gesto de cariño porque tendremos el alma ya llena de esos rencores.
Por eso Dios, además de perdonar, olvida los pecados: porque tiene que dedicarse tanto a amar que no tiene ni tiempo de recordar el mal.
Después de esto nos queda poco que añadir. Dejemos libre el alma para amar. Además se suele recibir lo que se da, así que vivamos desde el amor y seremos felices recibiéndolo.
Huellas
No hay amaor sin perdón. No hay vida sin amor. Si quieres vivir has de aprender a perdonar.
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